sábado, 19 de febrero de 2011

Karadima, Medina y la Cruz

No es redundante partir diciendo que el caso Karadima tiene relevancia porque, como ocurre en lo mediático con todo delito, los protagonistas son parte de la élite de la Nación, y porque en lo particular, este sacerdote formó cinco Obispos y un sinnúmero de eclesiásticos, en su mayoría de alta alcurnia. Y claro está, es ofensivo para esa élite que un manto de duda cubra cada encuentro privado de Karadima con los hijos de esas familias, asiduas de la parroquia de El Bosque.

Pero más allá, lo de Karadima es un golpe que obliga pensar algunas cosas que la propia iglesia católica pone de vez en cuando en el tapete.


Esta situación impactante, una Cruz actual como diría alguien y cuyos pormenores no viene al caso enumerar por que todos ya los conocen, sí nos hace reflexionar sobre, por ejemplo, las duras palabras de Monseñor Medina para los y las homosexuales, replicadas en muchos púlpitos, porque un líder de la iglesia es líder de opinión en su organización. Muchos de los calificativos de Monseñor hacían referencia sin distingos, sin medianías, muy duramente a la homosexualidad como un mal y ese tono era aplaudido comos señal inequívoca, sin hacerse cargo siquiera de la posibilidad de que las personas no pueden ser inculpadas y degradas por la sola orientación de su sexo, cuestión que fue enseñada por el Pescador.


También nos debe hacer reflexionar las duras y enérgicas sentencias morales de la iglesia católica sobre los separados y los convivientes, alejados de la gracia de recibir la comunión, un hecho que para cualquier creyente de dicha iglesia es una condena terrible, pues el goce de la común unión con Dios le es prohibida por la sola circunstancia de su separación o por la bendición de una vida familiar rehecha, que desde el púlpito es denunciada como amancebamiento impuro.


El juicio tan duro en lo moral que para esos y otros casos, por parejo hace la iglesia católica, debe ser respondido de parte de quienes hemos sido convencidos de la razón laica, con un gesto de absoluto respeto y cariño por la pasión y apego irrestricto a las normas del Pescador de todos quienes sienten sinceramente a Dios vivo en su corazón, en especial los cientos de religiosos y religiosas que se duelen de la ingnomiosa situación de Karadima y que la asumen como una Cruz. Y claro está, esa dolorosa situación no es extrapolable a todos los sacerdotes, ni a todos quienes de manera sincera ofrendan sus oraciones a Dios en cualquiera de sus tres manifestaciones cristianas.


Como Laicos, debemos procurar una palabra de aliento a los ofendidos y una Luz que permita moderar las pasiones que enceguecen el buen juicio, diciéndole a la jerarquía de la iglesia católica que la condena a uno de sus miembros no la entendemos como la condena a todos, pero que nosotros, los apartados, con el mismo cariño, también convocamos a moderar los juicios de valor sobre quienes no estamos en el redil, por cualquier circunstancia particular, porque eso son: circunstancias particulares.


Tarde o temprano, episodios como el de Karadima nos enseñan la debilidad de los seres humanos, su diversidad, también dentro de la iglesia católica, lo que debe llamar a la serena reflexión y el autoexamen, antes de la condena apresurada y a granel como la que gustan algunos como Medina y que los Laicos no haremos, menos en esta oportunidad cuando la iglesia católica carga una Cruz.

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