sábado, 22 de septiembre de 2018

Descentralización y Radicalismo


En primer lugar queremos constatar que hay un deseo en la militancia de madurar un proceso de mayor participación en las decisiones y el rumbo de nuestro partido. Por ello no nos debe extrañar los resultados del último proceso electoral interno, que incluyeron la renovación de toda la Mesa y de una gran parte del Comité Ejecutivo Nacional.

Es en virtud de estos cambios, que estimamos saludables, que vamos a institucionalizar un espacio de conversación, formación y discernimiento, a la par de reunirnos y confraternizar, discutiendo algunas reflexiones que se sustentan en el trabajo político diario.

Iremos encargando trabajos de no más de cuatro páginas, a diversos militantes y simpatizantes, a fin de aprovechar de mejor forma los tiempos de vida orgánica que tenemos como partido político.

Al caso, hoy charlaremos brevemente sobre “Descentralización y Radicalismo”, haciendo algunas enunciaciones que me permitan exponer lo que entenderemos por esta dualidad, que adelanto: tiene bastante sentido. Fijaremos la importancia política de los Gobiernos Regionales, los aparentes esfuerzos por profundizar la regionalización, nuestra definición política y desde ella, nuestra posición frente a la descentralización, para finalizar por dibujar someramente el desafío del que creo somos parte desde O’Higgins.

La Constitución política del Estado de Chile establece con claridad que los Gobiernos Regionales estarán constituidos por dos instituciones políticas y jurídicas distintas y complementarias. Una de carácter unipersonal, de confianza absoluta, delegado de la presidencia nacional en la región y a su vez, responsable de las labores de Gobierno Interior, conocido como “Intendente”. Y un cuerpo colegiado, electo por la ciudadanía por voto directo, por provincia administrativa y en proporción a la población del territorio, conocida como el “Consejo Regional”, que representa ante el poder central, a la ciudadanía regional. Este Consejo Regional elige una presidencia, cuya labor fundamental es representar a su vez la institución y organizar las propuestas de inversión del Intendente para ser sancionadas por la aprobación, el rechazo o la modificación de una propuesta.

Por ello siempre me atrevo a hacer el alcance de que el Intendente propone y el Core dispone. Y que el Intendente juega por el Presidente y nosotros por las comunas.

Este institucionalidad ha devenido de una agenda lenta y no siempre consistente en favor de la descentralización, que ha reimpulsado con mayor o menor entusiasmo cada gobierno, según sus convicciones y el ánimo del Congreso, a decir verdad.

Nuestro Partido Radical se ufana de poseer raíces fuertes en el regionalismo, por no nombrar la palabra mal amada de "federalismo", que fuera la bandera de agitación que vio surgir el radicalismo en Chile, por lo que se nos hace fácil plantearnos ideológica e históricamente en estas materias.

Como señalaba al principio, esta ponencia versa sobre la posición “radical” sobre el tema y no "socialdemócrata" (por suerte tampoco "progresista") para analizar la contingencia de la descentralización, sus últimos avances y también sus pretensiones más caras. Paro quienes me conocen mejor, saben que defiendo la tesis política que la ideología propia del Radicalismo no es la socialdemócrata, pues la genética nuestra nos muestra una construcción ideológica algo compleja como para terminar por disfrazarla de "socialdemocracia" en su sentido académico, y menos "progresista", ese híbrido mal envasado con el que solemos intentar una etiqueta que no incomode a nadie.

Hoy parece que el consenso nos dicta que el federalismo no es una alternativa en la discusión política sobre la descentralización y desarrollo regionalista, cuestión que apoyo, no solo por convicción, sino más bien con el espíritu pragmático que me anima en estas materias, pues sostengo que no hay peor retroceso para la descentralización que no avanzar, aunque sea un solo paso en todo un período presidencial, pero avanzar otro paso, por lo que hablar de federalismo me parece una pérdida de tiempo, sino un volador de luces alimentado por un puñado de intelectuales. Cuando la arquitectura de un Estado centralista goza de tan buena salud y las vías de resolución para estas diatribas son las que establece la ley, y como ya saben, las leyes en Chile cuestan más que un plato de lentejas.

Ahora bien, hace tiempo atrás elaboré una tesis en torno a la identidad radical y lo reñida que está con la identidad progresista y añadiría, con la socialdemócrata y apellido: “chilena del último tiempo”, que según podemos constatar, es más oportunismo y edulcorante de izquierda que otra cosa. Se ha vaciado al concepto "socialdemócrata" de sus contenidos y se le ha impostado para ser un remedo que no incomode ni a la izquierda ni a la derecha. Pero esa es harina de otro costal. 

He tenido la suerte y la persistente voluntad de asistir como actor en las últimas escaramuzas que hemos visto en torno a la cuestión de la descentralización, donde el Gobierno, nuestro gobierno, confundía contumaz la democratización del espacio regional con la verdadera descentralización. Para situar mi posición en este episodio de cuatro años, valga que les comente que participé como siempre en la Asociación de Consejeros  Regionales en el cargo que mi bancada me confió: encargado de relaciones internacionales de la Asociación, donde había poco destino operativo, a decir verdad. Y fue allí que realicé el trabajo tendiente a incorporar nuestra organización regionalista en la Organización de Regiones Unidas ORU FOGAR, dependiente de la ONU. Y fue con ellos que realizamos un interesante seminario nacional con expertos europeos, para abordar temas tales como rentas regionales, agendas de cooperación región-región, y descentralización comparada y fue en esa oportunidad que un entendido en materia de descentralización a nivel internacional, una voz autorizada como la de Carles Llorens, Secretario General de ORU, señaló para sorpresa de todos y todas, que el “proceso” chileno nos mantenía en el “vagón de cola” de la descentralización en América. Por mientras nuestro Gobierno se esmeraba en hacer entender a los parlamentarios y a los Cores, entre otros, que asistíamos a la consumación del acto más relevante de los últimos tiempos en materia de profundización de la regionalización, al sumar a la elección directa de los Core, la elección directa del Intendente, con una sutil salvedad, que en la práctica se reinstitucionalizaba al Presidente del Core y el Intendente solo cambia de nombre, mas no de funciones (ni una sola, valga decir), pasando a ser el escueto "Delegado Presidencial", pero con todas, todas las atribuciones y poderes del Intendente.

De hecho, fue tanta nuestra sorpresa cuando razonábamos (casi peleando) con la Subdere, cuando descubrimos que el texto que se aprobaría y que se maneja en absoluto secreto por orden de la Subsecretaría, salvo para los Senadores de la Comisión de Gobierno y Constitución, cambiaba en todas sus partes en la actual LOC 19175, el término "Intendente" por el de "Delegado Presidencial Regional" y al Gobernador Regional lo arropaban con algunas prerrogativas de los Consejos Regionales, más otras tales como "conocerá de tal materia" y "coordinará tales discusiones".

Perplejidad fue lo que cundió en todos! "Conocerá", esto es: se le comunicaría sobre determinado tópico, sin recurso ulterior, sin opinión vinculante, ni menos coerción; "coordinará" a los alcaldes de las áreas conurbadas para abordar la recolección de basura por ejemplo.... No es broma. Es descentralización a la chilena.

En fin, podríamos resumir nuestra preocupación y nuestras propuestas en que en efecto, el Fondo de Desarrollo Regional, del que se gira dinero para financiar diversos proyectos de interés local y regional, alcanza a menos del 9% de la inversión total regional, la que llega en su mayoría por la vía sectorial, y que ese guarismo debía variar positiva y escalonadamente en un horizonte de un par de quinquenios para evaluar sus alcances y repercusiones, sin esperar una "rebelión" de Gobernadores Regionales que obliguen al Gobierno central a entregar mayores recursos, reconociendo competencias regionales. También debemos sumarle a dicho cambio la construcción de una arquitectura de impuestos regionales, racional, incremental y complementaria con la actual, a fin de favorecer la economía regional y no ambas no se conviertan en un lastre. Pero como somos realistas, hemos impulsado dos medidas concretas y aterrizadas: carta Gantt del traspaso de competencias y presupuestos regionales participativos.

Y el Partido Radical qué?

Pues en el Congreso siempre se alineó (sin mayor pretensión ni discusión política) con las posiciones que el Gobierno acordaba con la Democracia Cristiana, que eran la línea oficial, no pocas veces derrotada a punta de conversar y discurrir con congresistas. En cambio en el seno de la Asociación de Consejeros, nuestra actividad fue consistente con las observaciones y propuestas que a he detallado, entre otras.

Intentamos que el principio de interdicción que pesa sobre las capacidades regionales por parte del aparato central del Gobierno (porque debemos acá señalar con una frase que aunque coloquial, es bastante ilustrativa, que la culpa no es del chancho, sino de quien da el afrecho), fuera demostrando que es un enfoque equivocado. Las condiciones del desarrollo de las comunicaciones (por nombrar un solo factor) ya no justifican un centralismo exacerbado, convirtiéndolo en una política sin racionalidad alguna. El espacio regional y local son dos escenarios donde, con mayor y mejor control, se puede realizar una gestión territorial estratégica con mucho nivel de detalle, con mayores posibilidades de enfocar los desafíos, con precisión inclusive a la hora de establecer inversión, todo ello con acompañamiento, rendición de cuentas y sentido de unidad, equidad y eficiencia, claro está. Esa ha sido nuestra postura como representantes Radicales.

No hay derecho a seguir alimentando una dicotomía entre el nivel central y el regional, en contraposición, alimentando desconfianzas, menos en el marco de un Estado eficiente, con herramientas tecnológicas y desarrollo de competencias más transversal que nunca.

Estimados y estimadas Correligionarias, el radicalismo es una expresión política e ideológica mucho más sustantiva que el progresismo y la socialdemocracia a la chilena. Porque ellos son parte de un catálogo de maquetas utilizables en el escenario actual de descrédito de la izquierda, un descrédito construido al amparo de una batalla gramsciana que casi hemos perdido por completo en estas últimas décadas.

Hago el alcance porque hasta el neófito sabe de los vaivenes de la Historia y que el balancín tarde o temprano tendrá que compensar al proceso de acumulación de fuerzas populares, aunque por momentos ellas solo sirvan para sostenernos en pie. Y en ese escenario, el radicalismo tiene un plus que nos distingue, el que nuestra ideología es profundamente chilena, lo digo en el sentido de apego a la realidad histórica nuestra, pues surge de una recomposición temprana de los clásicos socialistas utópicos y una aproximación ecléctica y meliorista al marxismo y otras filosofías conexas.

Surgen los Radicales rompiendo con el tradicional acomodo y convivencia de las clases dominantes, divididas entre conservadores y liberales, donde hoy los primeros no cambian y los segundos se hacen llamar "progresistas". Por ello, como antes, la alternativa Radical es vigente, necesaria y positiva para el devenir de la política chilena, si es que nosotros mismos decidimos tomarnos en serio nuestra matriz ideológica y reponer en el centro del debate partidario el convertirnos en el partido que interprete la realidad chilena con sentido de responsabilidad política y audacia electoral.
Finalmente, parte del escenario del Chile actual es la necesidad de avanzar en descentralización, con el único fin de hacer la acción del Estado más eficiente y cercana a la comunidad. Pero valga recordar que ese movimiento tan propicio para nuestro partido, por historia e ideología, no es posible de ser abordado sin victorias en el campo electoral municipal. Es la municipalidad el primer eslabón al que nuestro partido se debe abocar a conquistar. Sin presencia municipal y regional, no avanzaremos en el objetivo político de alcanzar poder, poder para dejar huella, poder para transformar la realidad, poder para honrar nuestra memoria, poder para correr el cerco de lo posible, poder para que la comunidad viva mejor. Lo enumero por si se nos olvidaba para qué luchamos por el poder, objetivo de acción política que debe alimentar al partido de cara a los desafíos que Chile enfrenta.