En primer lugar queremos constatar
que hay un deseo en la militancia de madurar un proceso de mayor participación
en las decisiones y el rumbo de nuestro partido. Por ello no nos debe extrañar
los resultados del último proceso electoral interno, que incluyeron la
renovación de toda la Mesa y de una gran parte del Comité Ejecutivo Nacional.
Es en virtud de estos cambios,
que estimamos saludables, que vamos a institucionalizar un espacio de
conversación, formación y discernimiento, a la par de reunirnos y
confraternizar, discutiendo algunas reflexiones que se sustentan en el trabajo
político diario.
Iremos encargando trabajos de
no más de cuatro páginas, a diversos militantes y simpatizantes, a fin de
aprovechar de mejor forma los tiempos de vida orgánica que tenemos como partido
político.
Al caso, hoy charlaremos brevemente
sobre “Descentralización y Radicalismo”,
haciendo algunas enunciaciones que me permitan exponer lo que entenderemos por
esta dualidad, que adelanto: tiene bastante sentido. Fijaremos la importancia
política de los Gobiernos Regionales, los aparentes esfuerzos por profundizar
la regionalización, nuestra definición política y desde ella, nuestra posición
frente a la descentralización, para finalizar por dibujar someramente el
desafío del que creo somos parte desde O’Higgins.
La Constitución política del
Estado de Chile establece con claridad que los Gobiernos Regionales estarán constituidos
por dos instituciones políticas y jurídicas distintas y complementarias. Una de
carácter unipersonal, de confianza absoluta, delegado de la presidencia
nacional en la región y a su vez, responsable de las labores de Gobierno
Interior, conocido como “Intendente”. Y un cuerpo colegiado, electo por la
ciudadanía por voto directo, por provincia administrativa y en proporción a la
población del territorio, conocida como el “Consejo Regional”, que representa
ante el poder central, a la ciudadanía regional. Este Consejo Regional elige
una presidencia, cuya labor fundamental es representar a su vez la institución
y organizar las propuestas de inversión del Intendente para ser sancionadas por
la aprobación, el rechazo o la modificación de una propuesta.
Por ello siempre me atrevo a
hacer el alcance de que el Intendente propone y el Core dispone. Y que el
Intendente juega por el Presidente y nosotros por las comunas.
Este institucionalidad ha
devenido de una agenda lenta y no siempre consistente en favor de la
descentralización, que ha reimpulsado con mayor o menor entusiasmo cada
gobierno, según sus convicciones y el ánimo del Congreso, a decir verdad.
Nuestro Partido Radical se
ufana de poseer raíces fuertes en el regionalismo, por no nombrar la palabra mal
amada de "federalismo", que fuera la bandera de agitación que vio
surgir el radicalismo en Chile, por lo que se nos hace fácil plantearnos
ideológica e históricamente en estas materias.
Como señalaba al principio, esta
ponencia versa sobre la posición “radical” sobre el tema y no
"socialdemócrata" (por suerte tampoco "progresista") para
analizar la contingencia de la descentralización, sus últimos avances y también
sus pretensiones más caras. Paro quienes me conocen mejor, saben que defiendo
la tesis política que la ideología propia del Radicalismo no es la
socialdemócrata, pues la genética nuestra nos muestra una construcción
ideológica algo compleja como para terminar por disfrazarla de
"socialdemocracia" en su sentido académico, y menos
"progresista", ese híbrido mal envasado con el que solemos intentar
una etiqueta que no incomode a nadie.
Hoy parece que el consenso nos
dicta que el federalismo no es una alternativa en la discusión política sobre
la descentralización y desarrollo regionalista, cuestión que apoyo, no solo por
convicción, sino más bien con el espíritu pragmático que me anima en estas
materias, pues sostengo que no hay peor retroceso para la descentralización que
no avanzar, aunque sea un solo paso en todo un período presidencial, pero
avanzar otro paso, por lo que hablar de federalismo me parece una pérdida de
tiempo, sino un volador de luces alimentado por un puñado de intelectuales. Cuando
la arquitectura de un Estado centralista goza de tan buena salud y las vías de
resolución para estas diatribas son las que establece la ley, y como ya saben,
las leyes en Chile cuestan más que un plato de lentejas.
Ahora bien, hace tiempo atrás
elaboré una tesis en torno a la identidad radical y lo reñida que está con la
identidad progresista y añadiría, con la socialdemócrata y apellido: “chilena
del último tiempo”, que según podemos constatar, es más oportunismo y
edulcorante de izquierda que otra cosa. Se ha vaciado al concepto
"socialdemócrata" de sus contenidos y se le ha impostado para ser un
remedo que no incomode ni a la izquierda ni a la derecha. Pero esa es harina de
otro costal.
He tenido la suerte y la
persistente voluntad de asistir como actor en las últimas escaramuzas que hemos
visto en torno a la cuestión de la descentralización, donde el Gobierno,
nuestro gobierno, confundía contumaz la democratización del espacio regional
con la verdadera descentralización. Para situar mi posición en este episodio de
cuatro años, valga que les comente que participé como siempre en la Asociación
de Consejeros Regionales en el cargo que mi bancada me confió: encargado
de relaciones internacionales de la Asociación, donde había poco destino
operativo, a decir verdad. Y fue allí que realicé el trabajo tendiente a
incorporar nuestra organización regionalista en la Organización de Regiones
Unidas ORU FOGAR, dependiente de la ONU. Y fue con ellos que realizamos un
interesante seminario nacional con expertos europeos, para abordar temas tales
como rentas regionales, agendas de cooperación región-región, y
descentralización comparada y fue en esa oportunidad que un entendido en
materia de descentralización a nivel internacional, una voz autorizada como la
de Carles Llorens, Secretario General de ORU, señaló para sorpresa de todos y
todas, que el “proceso” chileno nos mantenía en el “vagón de cola” de la
descentralización en América. Por mientras nuestro Gobierno se esmeraba en
hacer entender a los parlamentarios y a los Cores, entre otros, que asistíamos
a la consumación del acto más relevante de los últimos tiempos en materia de
profundización de la regionalización, al sumar a la elección directa de los
Core, la elección directa del Intendente, con una sutil salvedad, que en la
práctica se reinstitucionalizaba al Presidente del Core y el Intendente solo
cambia de nombre, mas no de funciones (ni una sola, valga decir), pasando a ser
el escueto "Delegado Presidencial", pero con todas, todas las
atribuciones y poderes del Intendente.
De hecho, fue tanta nuestra
sorpresa cuando razonábamos (casi peleando) con la Subdere, cuando descubrimos
que el texto que se aprobaría y que se maneja en absoluto secreto por orden de
la Subsecretaría, salvo para los Senadores de la Comisión de Gobierno y
Constitución, cambiaba en todas sus partes en la actual LOC 19175, el término
"Intendente" por el de "Delegado Presidencial Regional" y
al Gobernador Regional lo arropaban con algunas prerrogativas de los Consejos
Regionales, más otras tales como "conocerá de tal materia" y "coordinará
tales discusiones".
Perplejidad fue lo que cundió
en todos! "Conocerá", esto es: se le comunicaría sobre determinado
tópico, sin recurso ulterior, sin opinión vinculante, ni menos coerción;
"coordinará" a los alcaldes de las áreas conurbadas para abordar la
recolección de basura por ejemplo.... No es broma. Es descentralización a la
chilena.
En fin, podríamos resumir
nuestra preocupación y nuestras propuestas en que en efecto, el Fondo de
Desarrollo Regional, del que se gira dinero para financiar diversos proyectos
de interés local y regional, alcanza a menos del 9% de la inversión total
regional, la que llega en su mayoría por la vía sectorial, y que ese guarismo
debía variar positiva y escalonadamente en un horizonte de un par de
quinquenios para evaluar sus alcances y repercusiones, sin esperar una
"rebelión" de Gobernadores Regionales que obliguen al Gobierno
central a entregar mayores recursos, reconociendo competencias regionales. También
debemos sumarle a dicho cambio la construcción de una arquitectura de impuestos
regionales, racional, incremental y complementaria con la actual, a fin de
favorecer la economía regional y no ambas no se conviertan en un lastre. Pero
como somos realistas, hemos impulsado dos medidas concretas y aterrizadas:
carta Gantt del traspaso de competencias y presupuestos regionales
participativos.
Y el Partido Radical qué?
Pues en el Congreso siempre se
alineó (sin mayor pretensión ni discusión política) con las posiciones que el
Gobierno acordaba con la Democracia Cristiana, que eran la línea oficial, no pocas
veces derrotada a punta de conversar y discurrir con congresistas. En cambio en
el seno de la Asociación de Consejeros, nuestra actividad fue consistente con
las observaciones y propuestas que a he detallado, entre otras.
Intentamos que el principio de
interdicción que pesa sobre las capacidades regionales por parte del aparato
central del Gobierno (porque debemos acá señalar con una frase que aunque
coloquial, es bastante ilustrativa, que la culpa no es del chancho, sino de
quien da el afrecho), fuera demostrando que es un enfoque equivocado. Las
condiciones del desarrollo de las comunicaciones (por nombrar un solo factor)
ya no justifican un centralismo exacerbado, convirtiéndolo en una política sin
racionalidad alguna. El espacio regional y local son dos escenarios donde, con
mayor y mejor control, se puede realizar una gestión territorial estratégica
con mucho nivel de detalle, con mayores posibilidades de enfocar los desafíos,
con precisión inclusive a la hora de establecer inversión, todo ello con
acompañamiento, rendición de cuentas y sentido de unidad, equidad y eficiencia,
claro está. Esa ha sido nuestra postura como representantes Radicales.
No hay derecho a seguir
alimentando una dicotomía entre el nivel central y el regional, en
contraposición, alimentando desconfianzas, menos en el marco de un Estado
eficiente, con herramientas tecnológicas y desarrollo de competencias más
transversal que nunca.
Estimados y estimadas Correligionarias,
el radicalismo es una expresión política e ideológica mucho más sustantiva que
el progresismo y la socialdemocracia a la chilena. Porque ellos son parte de un
catálogo de maquetas utilizables en el escenario actual de descrédito de la
izquierda, un descrédito construido al amparo de una batalla gramsciana que casi
hemos perdido por completo en estas últimas décadas.
Hago el alcance porque hasta
el neófito sabe de los vaivenes de la Historia y que el balancín tarde o
temprano tendrá que compensar al proceso de acumulación de fuerzas populares,
aunque por momentos ellas solo sirvan para sostenernos en pie. Y en ese
escenario, el radicalismo tiene un plus que nos distingue, el que nuestra
ideología es profundamente chilena, lo digo en el sentido de apego a la
realidad histórica nuestra, pues surge de una recomposición temprana de los
clásicos socialistas utópicos y una aproximación ecléctica y meliorista al
marxismo y otras filosofías conexas.
Surgen los Radicales rompiendo
con el tradicional acomodo y convivencia de las clases dominantes, divididas
entre conservadores y liberales, donde hoy los primeros no cambian y los
segundos se hacen llamar "progresistas". Por ello, como antes, la
alternativa Radical es vigente, necesaria y positiva para el devenir de la
política chilena, si es que nosotros mismos decidimos tomarnos en serio nuestra
matriz ideológica y reponer en el centro del debate partidario el convertirnos
en el partido que interprete la realidad chilena con sentido de responsabilidad
política y audacia electoral.
Finalmente, parte del escenario del Chile actual
es la necesidad de avanzar en descentralización, con el único fin de hacer la
acción del Estado más eficiente y cercana a la comunidad. Pero valga recordar
que ese movimiento tan propicio para nuestro partido, por historia e ideología,
no es posible de ser abordado sin victorias en el campo electoral municipal. Es
la municipalidad el primer eslabón al que nuestro partido se debe abocar a
conquistar. Sin presencia municipal y regional, no avanzaremos en el objetivo
político de alcanzar poder, poder para dejar huella, poder para transformar la
realidad, poder para honrar nuestra memoria, poder para correr el cerco de lo
posible, poder para que la comunidad viva mejor. Lo enumero por si se nos
olvidaba para qué luchamos por el poder, objetivo de acción política que debe
alimentar al partido de cara a los desafíos que Chile enfrenta.