El
domingo 29 de julio celebramos la fiesta cívica de las elecciones internas del
Partido Radical, proceso en que estrenamos el nombre que la Historia nos
reconoce, el pendón característico y la inclusión de un gran contingente joven
de nuevos y nuevas militantes que vienen a compartir senda con las y los más
antiguos y generosos radicales.
Nos
hemos sentido felices de la movilización de voluntades, consolidando al partido
como una fuerza viva y pujante. Por ello debemos anotar en estas líneas la
sorpresa amarga que han significado las declaraciones del Presidente en
ejercicio Ernesto Velasco y algunos dirigentes que, con motivo de estas
elecciones, cesarán en sus cargos por voluntad legítima y mayoritaria de las
bases.
La
fiesta democrática a la que todos y todas adscribimos, que por supuesto considera
para cualquier participante la posibilidad cierta de recurrir a las instancias
superiores que la ley señala, a fin de que haya certeza de los resultados, no
puede de ninguna manera convivir con la amenaza espuria del daño institucional
y el quiebre interno para disfrazar el desconocimiento de la voluntad de toda
la militancia, regla invariable que soporta la casa común del Radicalismo.
El
proyecto Radical le pertenece a Chile en primer lugar y entenderlo en su real
dimensión era el deber de todos y todas quienes nos sometimos al escrutinio de
las bases.
Hacemos votos para
que los actuales dirigentes recapaciten, con la libertad de retirarse si lo
estiman, pero con la dignidad que da el amor sincero por un proyecto que se ha
sostenido por 155 años y que sigue presente en el corazón de Chile, en el
corazón de todos y todas quienes militamos, y que hemos dado al Correligionario
Carlos Maldonado, junto a una nueva mesa directiva, la tarea de seguir
creciendo y haciendo del Partido Radical un actor relevante y necesario en el
devenir de la República.