viernes, 22 de mayo de 2009

Bachelet en la tierra de los hombres

Voces más autorizadas que la mía ya se han referido de una y mil formas a la cuenta del 21 de Mayo. Pero aún así, me siento absolutamente estimulado a hacerlo, gracias a la oportunidad que se me brindó de poder asistir como espectador a este hecho fundamental para la República y de ribetes históricos, pues la primera mujer Presidenta de Chile estaba sellando con su última cuenta un cuatrienio memorable, memorable por lo que aprendimos todos de una experiencia singular.
Cuando recién comenzó Bachelet las voces más moderadas apostaban a una magistratura vacía y débil. Vacía porque no sabíamos muy bien qué era aquello de los gobiernos ciudadanos en que estaba empeñada la Presidenta, y débil porque era difícil imaginar cómo lo haría una mujer en una república construida al amparo sobreprotector de los pantalones y la hebilla de Portales.
Ese 21 de Mayo sentí que asistía a una ocasión especial por todo lo que relato, y porque el balance de un gobierno con un marcado sello social, era como ver la fijación, aún incipiente, de las bases del Estado de Bienestar al que aspiramos.
La escuela de Harvard en Hacienda ha dado frutos admirables, el manejo de las finanzas ha logrado encender grupos de admiradores en todo el mundo, sin embargo desde abajo y antes del plan de estímulo fiscal anunciado en el verano, y aún sin pensar en el plan anunciado con motivo de la cuenta a la Nación, todo hacía presagiar que el tacaño instalado en Hacienda iba a estropear el acento social de este Gobierno. Pero no, he ahí a Velasco encumbrado en las encuestas, disfrutando el discurso de Bachelet, que daba cuenta, al fin y al cabo, también de sus propios logros.
Por mi parte, sólo más tarde estuve digiriendo las palabras de la Presidenta, pero en el momento la sensación de asistir al acto republicano de cierre de la magistratura me hacía pensar en la responsabilidad que nos cabe para con el enorme conjunto de personas comunes y corrientes que han visto mejorar su vida bajo la administración de la Concertación.
Claro que nuestra coalición en algunos aspectos luce desgastada y muestra signos de falta de tino en distintas esferas, pero nada puede hacer pensar en que ello es mérito suficiente para concebir que aquellos logros que hoy tienen que ver con mejorar la vida cotidiana de miles de chilenos y chilenas, se vean sacudidos y en peligro por visiones políticas liberales y un manejo económico que termine por dar gusto a los clamores de gruesos contingentes de empresarios políticos que bregan por flexibilidad laboral, privatización del único capital de Chile, fin a las garantías sociales que se han venido construyendo, jibarización del Estado, en fin, las panaceas que ventilan en las páginas de El Mercurio.
Muchos consultaron si no habría sido prudente una alusión más expresa a la continuidad a través de la elección de Frei, lo que me parece una redundancia. La proyección de las políticas públicas que se desprenden de las capacidades instaladas que deja nuestro gobierno, dependen en buena medida de una sensibilidad concertacionista. El Estado de Bienestar no es una marca registrada, pero si es una convicción en nuestro sector, no un motivo de insertos en diarios y revistas, sino una lógica de la acción, por lo que la referencia a Frei estaba de más. Frei, a pesar de su parquedad natural y de estar sometido a una tensión permanente en su candidatura, es la única alternativa de que lo avanzado en estos años no sea desandado.
Claro que nuestra coalición debe mejorar y mucho y en algo debe aprender la lección que nos da Bachelet: que aún sin pantalones es posible gobernar, pero no sin convicciones, no sin ideas claras y un corazón puesto en la gente común y corriente, que desde sus casas observan una Presidenta entrañable, haciendo un discurso largo en un día 21 de Mayo, pero un discurso que será difícil olvidar, por los desafíos que tenemos que enfrentar por Chile.

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