miércoles, 21 de septiembre de 2011

Educación y profesores

La calidad de la educación parece ser el nudo gordiano de la discusión instalada hace meses por los estudiantes del país, interpelando a políticos y dirigentes, a profesores y sostenedores, a analistas y legos.


La calidad de la educación se ha erigido en una entelequia que vendría a resolver todos los males de la educación y no en la manifestación palpable del mejoramiento de esta. Incluso, cuando se habla de la calidad, se expresa que su solución depende exclusivamente del desempeño de los profesores en el aula, como si ella –el aula- fuera un limbo que mágicamente se constituye una vez que cerramos la puerta por dentro.




La ensoñación de los teóricos que plantean esta idea se funda en que no hay evidencia material que pueda contra “las ganas y el empeño de educar”, cuestión que bastaría para resolver el problema de la calidad; de ahí el canto de añoranza por la categoría “profesor normalista”. Y llendo más allá, fue en el Gobierno de Bachelet cuando se aprobó, en el marco de la Ley General de Educación, que gente sin preparación pedagógica, pero “con ganas” pudieran ingresar a las aulas y hacer clases… en colegios vulnerables!!!




La siguiente analogía le hará ver a Usted cuan importante es, y delicado a la vez, el acto de enseñar para nuestra sociedad: sucede que yo desbordo de entusiasmo por ayudar a quienes padecen enfermedad y como muchas veces he sido auscultado y medicado por médicos, y existiendo una serie de hospitales en zonas vulnerables con déficit de profesionales de la salud, me enrolo en la atención primaria para atender pacientes, auscultarlos, consultar en Google su dolencia y recetar los procedimientos y medicamentos que le sanarán, a mi entender y todas mis ganas.




Ya se lo que está pensando: esto es una completa estupidez y más aún, una irresponsabilidad tremenda que juega con la vida humana.




Claro que en este razonamiento que le atribuyo, la “vida humana” es una condición biológica que por si basta para pasearse por este mundo. Pero también hay unas condiciones socio-histórico-culturales que constituyen una parte importante del vivir, de la “vida humana”, y que se construyen en la Educación y que no importa mucho, que no tiene el mismo peso específico que la vida biológica, que no nos permitiremos “fregar” con gente entusiasta pero sin nada de preparación. Pero tratándose de jóvenes vulnerables y escuelas con carencias, claro que estamos dispuestos a mantener a los profesores “proletarizados” y suplirlos con gente con “vocación” pero sin entrenamiento pedagógico.




Con poco esfuerzo Usted puede darse cuanta que el ejemplo que le propongo es “desproporcionado” y, ¿Sabe por qué? Porque la Educación no es concebida en general como algo vital, ni de importancia capital y delicada, como para no dejarla en manos de gente sin cualificación. Pero eso no importó antes, en nuestros Gobiernos, ni importa ahora!. De hecho lo que le expongo tiene tal nivel de aceptación de daño, que ante las movilizaciones el Gobierno no duda en armar un tinglado tecnológico que dé el alta a los estudiantes (el conocido Plan Salvemos el Año Escolar), evidenciando que el TEMA no es la calidad, no es cuánto aprende un niño, sino que sigue siendo la productividad, y otras consabidas segundas derivadas de la Educación.




La solución a la calidad de la Educación vinculada por moros y cristianos al aula, pasa por entender que la sala de clases o es un espacio desvinculado de la condición social en que tenemos sometidos a los profesores, mediante políticas erradas que intentan justificar la proletarización, que pretenden también mantenerla, sobre lo cual no se ha hecho ningún meaculpa. Hoy nadie recuerda el tongo de las capacitaciones para instalar la Reforma Educacional de los '90, nadie recuerda la tasa de profesores adscritos a contrato de vencimiento anual, a su imposibilidad de estar acogidos a seguro de cesantía, a la entrada en masa al DICOM por faltas de pago de los descuentos por parte de las municipalidades sostenedoras. Creemos que estando instalado el que el verdadero tiempo de la Educación se juega en el aula, es ahora cuando se debe diseñar una política en serio para la profesión docente, sacarla del estado de “proletarización” a que, a pesar de los recursos inyectados, la tiene sometida la Ley, el Ejecutivo y el Legislador, y eso, aunque le pese al Presidente, sólo puede hacerlo el Estado, pero requiere de unos Legisladores que sean capaces de hacer análisis crítico y no complaciente, ni sobre consignas y frases hechas respecto a la Educación en Chile.

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