lunes, 18 de enero de 2010

El 18 de Enero de Piñera

Comenzaré estas líneas con una confesión: no había escrito absolutamente nada, ni para la victoria, ni para la derrota, pues había estado haciendo campaña después de nuestra derrota en el 33 y el 34. Claro que en las poblaciones se hacía sentir el descontento y el deslumbramiento por esta Alianza remozada, llena de color y “alegría triunfalista”, se hacía sentir esa diferencia con la campaña concertacionista, gris, de números, desde el poder, de remembranzas y cuentas que reprochaban a la ciudadanía una cierta falta de gratitud.

Esta mañana revisaba la prensa y sólo un medio agrupó las opiniones de insignes concertacionistas respecto de por qué perdimos la elección.

Algunos por la vaguedad no merecen comentarios, pero me quedo con dos ejemplos, con dos discursos que considero rescatables por lo que presento:

Andrés Zaldívar le echa la culpa a que nos contaminamos de “proyectos personales”, feroz diagnóstico pero con cero vocación de autocrítica. Si la Democracia Cristiana no estuvo dispuesta a cejar en una candidatura propia, si obligó al PS a cerrar cualquier expresión distinta de la oficial, entonces los proyectos personales son una manifestación de una lógica que la democracia repudia: la cuota burda de cúpula, de espaldas a la gente. Lo uno no ocurre sin lo otro, como una tautología propia de las malas prácticas administrativas en política, que yo llamo el entropismo de cúpula, un mal que se engendra en el ejercicio del poder.

Continúo con lo dicho por Walker -y de hecho creo que el más lúcido ha sido Ignacio Walker- el recientemente electo Senador Demócrata Cristiano, quien apuntó a que nuestra derrota se debe en parte a varios procesos, partiendo por una “oligarquización” en la Concertación , ese síndrome que nace del olvido y la comodidad del poder y al que paradojalmente hace alusión en su columna de hoy el periodista Ascanio Cavallo.

En segundo lugar Walker diagnostica certeramente un “debilitamiento en el nivel de las convicciones” frase que no hace si no esconder ese poco cariño a la gente, ese poco apego a los ciudadanos, a los niños de escuela pública, a los viejos de campo, que nosotros veíamos en nuestros “funcionarios públicos de jerarquía”, quienes habían entrado al panteón brillante de la “clase alta” chilena (o en jerga de los técnicos, la de los dos quintiles más acomodados), por la vía más equivocada y las más simplona: la administración del Estado. Allí las “convicciones”, esa atalaya que nos hacía diferentes de la Derecha , se desvaneció en muchos casos.

Y de allí Walker deviene en el tercer proceso que auguraba nuestra derrota: una “dificultad para representar” que tenía ya la Concertación , un síntoma que se construye en la desafección por la gente, en la falta de compromiso en el trabajo bien hecho, un aura de “autoridad” por sobre los votantes que no entendían que era más importante lo que la administración del Estado imponía, votantes que no entendían que la política es un juego serio ejercido con rigurosidad de abogado por quienes “saben”. Entonces una parte de la Concertación (la más visible y con más poder) fue haciendo difícil la representación.

En fin, nada me preocuparía e incluso aplaudiría lo señalado por Walker, si él no perteneciera a una casta DC que preocupa, pues declaró hace algunos días que ellos tenían total disposición para entenderse con Piñera basado en una convergencia natural de los mundos de “Centro”, zanjando el problema de la diferencia irreductible entre el proyecto político de la Derecha y el de la Concertación.
Quizás Walker ya no ve diferencias, ya nos las encuentra, como si no existieran... quizás Walker da en el clavo, pero me reúso a que sea cierto.

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